La percepción que el ser humano tiene de sí mismo en Occidente se ha forjado a lo largo de la historia sobre la base de un error filosófico fundamental: la exclusión de la debilidad, la incapacidad de soportar la negación que proviene de los cuerpos que no funcionan adecuadamente. Esta revelación conlleva entender la vulnerabilidad como insurrección, como rebelión y palanca para el cambio social. El dolor, la caducidad o la fragilidad concilian muy mal con la realidad occidental, y es necesario entender las razones y consecuencias de ello. En este libro -continuación de Por una corporeidad postmoderna (2014)- se analizan las condiciones sociales, económicas y psicológicas que alimentan este rechazo de la vulnerabilidad humana, con el fin de buscar otros rumbos que permitan construir una sociedad más amable para la vida en su conjunto.